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Opiniones de un payaso

Opiniones de un payaso. Autor: Heinrich Böll. Año de publicación: 1963.

Recuerdo que cuando vi este libro por primera vez, dos cosas me llamaron la atención: en primera, el hecho de que se trataba de un payaso triste y amargado, cosa que para mí supone una maravillosa ironía, y, en segunda, que el autor, de origen alemán, me recordó mucho a Herman Hesse (uno de mis autores favoritos). La verdad es que cuando uno se imagina una novela alemana, un color gris puede llegar a sus mentes mientras intentan imaginar a los personajes y el ambientes en ella incluidos. 

Heinrich Böll. Nacido en 1917 y muerto en 1985.

     Heinrich Böll fue un escritor alemán que combatió en la Segunda Guerra Mundial y terminó siendo prisionero en un campo estadounidense en Francia. Fue ganador del premio nobel de literatura en 1972 por su: 
"Por su escritura que a través de la cual su combinación de una amplia perspectiva sobre su tiempo y destreza sensible en la caracterización ha contribuido a la renovación de la literatura alemana."(En inglés, click aquí)
Es cierto que este autor revolucionó la manera de escribir de otros pasados grandes autores germanos, pero lo más notable de sus obras son los personajes y sus luchas constantes contra instituciones y paradigmas sociales. Sus temas recurrentes suelen ser la posguerra y las sociedades moralistas (e hipócritas). Este señor solía ser un católico asiduo, pero también un acérrimo crítico de la institucionalización de la misma. 
     Además, me parece, era una amante de la ironía y la sátira, pero también de la justicia. A pesar de que el personaje principal de esta novela, Hans Schnier, es un payaso (por profesión) y ateo, él representa su visión, y la de muchos, sobre la Alemania que queda en ruinas después de la Segunda Guerra Mundial, no solo estructuralmente, sino también espiritualmente (más o menos con el volksgeist). Se puede notar una división en el ambiente, y también un dejo de nostalgia. ¿Qué es lo que le pasa a Hans? El catolicismo parece haberle quitado a su novia abogando a la idea del pecado. Es decir, tener relaciones fuera del matrimonio es cuestión de pecado. Pero Hans es una persona simple, solo quiere amar a Marie, su querida y católica novia, sin que los demás interfieran. Es ateo y quiere vivir sin presiones morales de cualquier tipo, ya él tendrá su propia ética respecto a lo que se refiere al bien y al mal. Solo quiere que la sociedad lo deje en paz y lo deje disfrutar la vida junto a su amada.
     La doble moralidad se hace presente en casi toda la historia. Los objetivos políticos, los cuales Hans aborrece, son propios de aquellos que se hacen llamar hombres de Dios. La democracia cristiana de esos tiempos y la casi obligada impresión de vergüenza por parte de los alemanes de la posguerra dañan la integridad de nuestro protagonista al  meterse con sus ideas y su vida privada. 
     ¿Irónico que hombre de Dios deseen tanto poder como para llegar a alcanzarlo? ¿No les parece más irónico un payaso, cuya profesión consiste en entretener, distraer y alegrar a las personas, con el corazón roto, su intelecto cuestionado por sus emociones y que se emborracha hasta desmayarse con lo poco que gana? No es hedonismo si no lo disfrutas. No es felicidad si no tienes con quien. 
     Aunque en gran parte la crítica va hacia el alemán promedio de esos tiempos, creo que en cierta forma se podría aplicar a los tiempos en los que vivimos actualmente. Por ejemplo, la idea, no expresada, de que somos jueces de la moral y al ver a alguien "moralmente inferior" nos sentimos superiores o más puros y de mayor valor; nos sentimos más educados y civilizados, menos salvajes (de ahí la idea de la falsa vergüenza de muchos de los ciudadanos del país que albergó a los nazis). Böll era católico, sí, y esto no se trata de una crítica a la religión como ideología, sino como institución. El autor era una persona que veía por los marginados y odiaba la hipocrecía que alcanzaba a las grandes cúpulas de la religión. El poder concentrado y mal utilizado. Quienes viven dentro de esa moralidad, le dan el poder a jueces invisibles y poco confiables. El concepto de ateo me llega a la mente. ¿Existiría ese término si no existiera esa casi obligada tendencia a querer dividir las buenas voluntades de las personas por creencias religiosas? O, en otro caso no menos mezquino, ¿por sus creencias políticas? Hans, el borracho apolítico y ateo, no fue eso hasta que la sociedad le hizo aborrecer la política, la religión le hizo aborrecer el concepto de Dios y la religión misma y el corazón le hizo amar la bebida.
     Sin duda es una obra que deja al lector con mucho en qué pensar. No es sobre la decadencia de un marginado, o automarginado, pues sería más digno. Es la eterna lucha de todos los que buscan vivir en paz y sin mayores preocupaciones que poder conseguir que comer para ellos y sus parejas, para ellos y sus seres queridos. Para los que quieren que si se va a hacer política, sea para todos, para que los recursos pasen por manos de todos y no de unos pocos. Para que la religión profese espiritualidad y no política ni ambiciones económicas. Para los que quieran ser jueces de sus propias vidas. Para los que aún sumergidos en la miseria y en el desencanto hacen lo imposible por lucha por lo que los hace felices. Pues bien, saquemos a ese payaso interior e intentémos contagiar la felicidad que las cosas simples nos dan y nos mantienen con vida, hay que reírnos de la sociedad y las instituciones abusivas y controladoras porque, de todos modos, eso es lo que son: una burla.

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